Hoy en día, muchas personas eligen esta modalidad porque les ofrece ventajas claras: mayor flexibilidad horaria, ahorro de tiempo en desplazamientos, posibilidad de acceder a terapia desde cualquier lugar o en situaciones en las que acudir presencialmente es complicado, ya sea por cuestiones físicas, psicológicas o de agenda. También hay quienes se sienten más cómodos hablando desde su espacio, lo que puede facilitar la expresión emocional en ciertos casos.
Eso sí, la terapia online requiere una cierta preparación y mentalización. No es lo mismo “conectar” en medio de una jornada agitada que entrar realmente en un espacio de escucha y reflexión. Por eso, siempre animo a reservar ese tiempo con la misma actitud que si fuese una sesión presencial: buscando un lugar tranquilo, evitando distracciones y con el compromiso de estar presentes.
Como en cualquier proceso terapéutico, también pueden surgir dificultades: problemas de conexión, distracción durante la sesión o una sensación de distancia con el terapeuta. Son aspectos reales, pero en la mayoría de los casos se pueden trabajar, ajustar o resolver. Y si en algún momento siento que esta modalidad no está siendo la más adecuada para ti, te lo haré saber con total honestidad.
Las sesiones online pueden realizarse desde la plataforma con la que te sientas más cómodo: Zoom, Google Meet, Skype, o incluso videollamada por WhatsApp si es lo más accesible para ti. Lo importante es que elijas un espacio íntimo, tranquilo y que te permita conectarte sin interrupciones. Yo me adapto para que el encuentro sea lo más sencillo y cómodo posible.
